Empezamos a vislumbrar ya el final del verano. Un año más el periodo estival nos ha traído eso que es tan veraniego como la sangría, los atascos y el after-sun: los blockbusters. En esta ocasión estaba muy emocionada con el estreno de Jurassic World, que, según se habían encargado de transmitir a través de una extensísima campaña promocional, iba encaminada a recuperar la esencia de aquella memorable primera entrega. Como os podéis oler por el título de esta entrada el resultado distó mucho de complacerme. Jurassic World hace gala de un guión anodino e incongruente, unos personajes planos y arquetípicos hasta la extenuación, y lo que más me dolió (de pequeña quise ser, entre otras muchas cosas, paleontóloga), una ridiculización cruenta de los dinosaurios.
Poco más que parte del título queda en esta actualización de la historia que naciera de la novela de Michael Crichton. Jurassic Park es una buena película. Te guste o no el género, está bien hecha. Tiene un guión que se desarrolla correctamente, en el que las situaciones ocurren como consecuencia de planteamientos bien estructurados. Y cuando los personajes abren la boca no es para decir la primera chorrada que se le pasaba al guionista por la cabeza en ese momento. No, los diálogos tienen contenido, y un peso que incide en la acción del relato.
Al leerme muchos pensarán que parece que esté hablando de la gran obra maestra del cine de los años 90, cuando solo es una peli de bichos extintos para pasar un buen rato. Ahí está el primer error. ¿Tiene que estar el entretenimiento reñido con la calidad? ¡En absoluto! No hace falta que nos tengamos que ir al cine de V.O de nuestra ciudad a ver el último estreno de cine polonés para esperar ver un producto bien hecho. Lo sesudo o presuntamente complejo no es sinónimo de calidad.
Hay muchísimas películas que, independientemente de los gustos, están muy bien facturadas, y cuyo objetivo final no es otro que entretener, deleitar. Por seguir dentro del género fantástico y de aventuras cito: Tiburón, E.T, Alien, La Guerra de las Galaxias (ya sabéis qué episodios), Blade Runner, Indiana Jones, Los Goonies, etc, etc, etc…
Cuando terminó Jurassic World salí de la sala bastante enfurruñada. Nada que ver con los chavales que iban detrás de mí:
– Tío, como me ha molado la película. ¿A ti te ha molado?
-¡Me ha molado mogollón, tío!
…
Al escucharles hablar con tanto entusiasmo una pregunta aterradora me asaltó: ¿Se estaba produciendo una idiotización tal de la ficción que provocaba una simplificación extrema del gusto del espectador? Como decía antes no pido la gran obra cumbre del cine contemporáneo, pero si que al menos las cosas que pasen tengan sentido. Si no, me es imposible pasármelo bien, porque cuando no hay una narración congruente, no hay entretenimiento. Para mí, porque desde luego para aquellos dos chicos, que apenas llegarían a los dieciséis, y buena parte de la muchedumbre acnéica que llenaba la sala, la peli había sido lo más. Para ellos, como para muchos, lo importante no es lo que se cuenta, sino el efectismo. Que haya explosiones, que el dinosaurio se coma a alguien, que se eche algún polvo. Independientemente de que estas cosas pasen por algún motivo o no.
La ficción existe desde que el hombre es hombre. El ser humano se ha servido de ella desde sus albores para entretener si, pero también para enseñar. Para transmitir ideas, pensamientos y valores. Bajo toda buena historia subyace un mensaje profundo, interno, que te dice “algo más” de lo que se ha contado en primer término.
Sin embargo parece que las historias son cada vez más simples. Los best sellers y blockbusters son en su mayoría superficiales y ñoños. No solo son simples y básicos en sus planteamientos, sino que no transgreden ni un poco. Y si lo hacen es de forma gratuita, para impactar, y no con una intención constructiva.
Si la ficción fue en su día un mecanismo para hacernos pensar, la proliferación de ficciones facilonas ofrece la propagación de un escaso ejercicio cerebral. Algunos me tildareis de exagerada o paranoica, pero cuanto más sencillo es el producto de entretenimiento que consumimos menos pensamos y cuanto menos pensamos, menos espíritu crítico tenemos. Y quien carece de espíritu crítico, es como sabéis, mucho más fácil de manejar.
Casualmente algunos días después vimos en casa Interstellar de Christopher Nolan. Ya estaba preparada para ver una orgía de efectos especiales sin sentido, cuando, nada más empezar la película, me di cuenta que aquello era otra cosa. Era una peli de ciencia ficción, pero que iba más allá de esa mera definición. Desde la primera escena, desde el primer diálogo, hay una intención dirigida a la transmisión de un mensaje que vive dentro de la narración y los diálogos. Esta intención se percibe en todas las dimensiones de la factura de la película. Los aspectos técnicos como la fotografía, montaje, sonido… también lo transmiten. Y un aspecto que me llamó particularmente la atención, supongo que por mi experiencia en ese campo, que era la estética de la escena. Los efectos especiales se esforzaban por dar la sensación de “tactilicidad”, es decir de parecer objetos reales en tres dimensiones, objetos que pudieras tocar. En este y otros muchos matices es evidente que Interstellar bebe de las fuentes de la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos: 2001, Una odisea en el espacio. La película de Nolan no sólo me gustó, sino que me hizo recobrar la esperanza.
No quiero irme por los cerros de Úbeda, así que voy a ir acabando. En nuestra mano está que el cine comercial de calidad no corra el mismo destino que los dinosaurios. Porque como se dice en el libro Todas las películas de Alfred Hitchcock al hablar de Psicosis, se puede hacer “cine puro que entusiasme a los espectadores.”
Os dejo un artículo de una antigua compañera de máster, Mireia Llinàs que habla de Jurassic Worl y Jurassic Park y que me conmovió y divirtió:
http://guio.cat/de-jurassic-park-a-jurassic-world-22-anys-i-el-que-hem-perdut-pel-cami/